Charla entre colegas.
- Alberto Zamora Salas
- 16 nov 2017
- 5 Min. de lectura
No suelo disponer de mucho tiempo para las relaciones sociales fuera de mi entorno universitario y cineasta. Este «tiempo libre» lo dedico a discutir con mis amigos de toda la vida en bares cutres o en sus casas. Nuestro círculo es de lo más variopinto; cocineros, abogados, cineastas, tatuadores, ingenieros y hasta un psicólogo penitenciario; es decir, nuestras vidas tienen unos contextos muy distintos en nuestra rutina diaria. Sin embargo, vivimos en el mismo contexto social y político, por lo que al poner sobre la mesa nuestros problemas, frustraciones, anhelos y retos, vemos que son parecidos, por no decir idénticos.
Fundamentalmente, todos buscamos una independencia económica como recompensa a nuestros esfuerzos y estudios, independencia de la que algunos carecemos al no disponer de trabajo remunerado en nuestro sector. La mayoría de los que nos dedicamos a «las artes» hemos tenido que trabajar gratuitamente o con condiciones precarias para formarnos fuera del ámbito universitario. Esto es porque la industria cultural está corrompida y masificada. Hay que tener muchos contactos y trabajar muy duro para llegar a cobrar un sueldo o conseguir un contrato permanente en una productora.
Doing this job for exposure will open so many doors for you... (Scott Britton, Movie Set Memes, 2017):
Todos estamos de acuerdo en que quejándose no se cambia el sistema establecido; que para que haya una evolución en esta sociedad del espectáculo tiene que ser el propio sujeto inconforme el que suba a los estratos superiores de la piramide y que para esto irremediablemente hace falta dinero.
Como todos somos amantes del audiovisual, las conversaciones derivan en este arte y la repercusión e influencia que ha tenido en nuestras vidas; tanto en nuestro comportamiento, nuestras aspiraciones, o nuestra forma de comprender el mundo. No somos inconscientes de cómo la sociedad del espectáculo ha influido en nosotros; sino que reflexionamos cómo esta ha configurado nuestro criterio y moldeado nuestra personalidad.
Es por eso que coincidimos en que los comunicadores audiovisuales tenemos una de las mayores responsabilidades sociales. Nuestro trabajo a la hora de crear un producto audiovisual está condicionado por nuestros jefes, nuestras influencias y por consiguiente, la sociedad del espectáculo. Si no somos conscientes de esta manipulación nunca podremos aportar a nuestro trabajo algo personal; distinto a toda la mediocridad del mass media, sino que seremos otro mecanismo de este para implantar el borreguismo en nuestros semejantes.
La mayoría de personas de esta sociedad ya no devoran libros ni buscan una alta cultura; sino que consumen todo tipo de contenidos audiovisuales, los cuales están dirigidos por los sectores más altos de la pirámide social. Estos contenidos están seleccionados concienzudamente para alienar a estas personas y convertirlas en un rebaño incapaz de pensar por si mismos. De esta manera nos dejamos llevar por juicios que no provienen de nuestra propia reflexión, sino de una reflexión tomada a priori por otra persona que no somos nosotros.
La televisión es un ejemplo claro de desvirtuación cultural que más nos influye. Mario Vargas Llosa (1936) así lo defiende en su entrevista para TeleMadrid Vargas Llosa y su Civilización del espectáculo (Fernando Sánchez Dragó, 2012): «La tele es uno de los indicadores más flagrantes del fenómeno, los programas de la tele apuntan con la intención de llegar al mayor número lo más bajo [...] hoy en día la televisión en Gran Bretaña es la televisión que busca fundamentalmente el entretenimiento y que recurre incluso al escándalo y a la manipulación».
Este fenómeno no solo ocurre en la televisión de Gran Bretaña. En España los programas de prensa rosa son el ejemplo perfecto de la bajeza de la sociedad del espectáculo. En estos programas se muestran a individuos gritándose unos a otros sin escucharse, con el único propósito de agredir verbalmente la integridad e intimidad del otro. Este hecho lo defiende la investigadora Concha Pérez Curiel (1977) en su articulo La actualidad informativa del “corazón” desde la especialización periodística: El periodismo rosa de Contraportada (Concha Pérez Curiel, 2002) « La dirección y el enfoque de estos espacios se ha encaminado hacia programas en los que la imagen, la palabrería y la morbosidad han sido personajes estelares.».
También defiende «La privacidad de los personajes ha sido la nota dominante de las revistas del corazón. Se produce un auténtico secuestro por parte de los medios de masa, interesados en ofrecer un modelo de prensa rosa, basado en la desinformación, en la falta de respeto, en el rumor, la mentira y la especulación.» (Concha Pérez Curiel, 2002). Este sistema intolerante y psicopático es imitado por el sector social que consume este tipo de programas creando un borreguismo alejado del pensamiento crítico.
En su entrevista con Sánchez Dragó, Mario Vargas Llosa también menciona la desvirtuación cultural «La cultura ahora es una diversión, un entretenimiento y compite con otras formas de diversión y entretenimiento, lo que en el campo específico de la cultura significa abaratamiento, frivolización, vanalización,[...] creo que ese es un fenómeno general y hay afortunadamente muchas excepciones» Vargas Llosa y su Civilización del espectáculo (Fernando Sánchez Dragó, 2012).
De esta manera somos los comunicadores audiovisuales los que tenemos que infiltrarnos en los entresijos de la sociedad del espectáculo para así poder cambiar las influencias de este. Individualmente nuestro cambio será menor, pero aportará más que la «nada» cultural a la que nos enfrentamos a día de hoy.
Por eso os propongo utilizar bien los medios que tenemos a nuestra disposición. Os propongo aprender a discernir entre toda la paja que estos nos ofrecen. Os propongo forjar vuestro propio criterio explotando estos. Somos una generación rica en accesibilidad a la «verdadera cultura» y no somos capaces de aprovechar esta por la ceguera de toda la paja que nos rodea. Centrémonos, utilicemos el material que tenemos a mano. Hace años, un ilustre tenía que perder horas para encontrar el libro que deseaba leer. Ahora ese libro podemos tenerlo en cuestión de segundos si sabemos buscar bien. El problema surge cuando al adquirir ese libro rápidamente no le damos el valor que merece, no le dedicamos el tiempo que ese mismo ilustre dedicaría a entenderlo, leyéndolo varias veces si hiciese falta para profundizar en el pensamiento del autor. Ese es el problema de nuestra generación; lo tenemos todo y no le dedicamos el tiempo que se merece a nada, no reposamos la información, solo la devoramos y a los meses, si no nos es práctica, la olvidamos.
Yo mismo, en esta entrada solo me baso en mis conjeturas y opiniones. También utilizo entrevistas y pensamientos de Vargas Llosa sin haber leído su libro La civilización del espectáculo (Mario Vargas Llosa, 2012). Este tipo de superficialidad a la hora de emitir juicios es un buen ejemplo de la perversión de la cultura y, por consiguiente, del pensamiento. Todos los días trato de asumir mi responsabilidad con respecto a la cultura que pertenezco y de realizar un trabajo documentado, profundo y propio; intentando evitar la superficialidad, la falta de criterio. A pesar de mi esfuerzo, soy fruto de las influencias de la sociedad del espectáculo, me despisto con la paja y es por esto que intento cambiar. Pues una vez que conoces las reglas; que sabes de tu esclavitud, puedes buscar un resquicio para ser menos esclavo, al menos mentalmente.
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